HISTORIA/CIENCIA/CULTURA

 

Contacto: un relato personal

Aterrorizada, una familia lo arriesga todo y establece contacto

Caminamos hasta el lugar donde Parojnai había afilado antes una lanza. Allá nos quedamos, preparando nuestro campamento. Después de un rato oímos el ruido de un camión.

Fuimos a recolectar miel, porque Parojnai ya había encontrado un árbol con miel. Amajane [su hijo mayor] y yo vimos una topadora [excavadora]. Vimos la topadora y nos acercamos, aunque los cojñone nos mataran, no nos importaba que nos mataran.

Una excavadora deforesta la tierra perteneciente a los indígenas ayoreo-totogiegosode, Paraguay


Una excavadora deforesta la tierra perteneciente a los indígenas ayoreo-totogiegosode, Paraguay
© Survival

Entonces vimos una pequeña casa [en realidad era un remolque para el conductor paraguayo de la excavadora]. Amajane nos dijo:
“Quedaos aquí, mientras voy a averiguar cómo son los cojñone, si es posible contactarlos.” Por entonces no teníamos ningún conocimiento de cómo eran los cojñone. Al regresar, Amajane nos dijo: “Vi a algunos cojñone pero tuve miedo y no pude acercarme más”.

Parojnai me preguntó si tenía miedo de los cojñone o no. Le contesté: “No tengo miedo, voy a acercarme a ellos”.

Berui [su segundo hijo] dijo: “Voy contigo”. Pero yo le dije a Berui: “No quiero que vengas con nosotros. Si los cojñone nos matan, tú tendrás que cuidar de tus hermanos pequeños [Tocoi y Aripei] y vivir con ellos.” Berui obedeció y se quedó con sus hermanos pequeños. Fuimos por el borde de la carretera, hacia los cojñone.

Vimos la casa de los cojñone. Al llegar a la casita, Parojnai gritó: “¡Yo soy Parojnai!”. Pero parecía que nadie estaba en la casa. En ese momento Amajane también gritó: “Yo soy Amajane. No he venido a mataros”.

Ibore y Parojnai con sus hijos el día siguiente de haber salido del bosque en 1998


Ibore y Parojnai con sus hijos el día siguiente de haber salido del bosque en 1998
© Survival

Parojnai siguió gritando: “¡Yo soy Parojnai!”, y de repente salió un cojñoi y vi cómo son los cojñone; vi que son personas como nosotros. Le dije de nuevo: “No venimos a matarte, sino que queremos vivir con ustedes”.

El hombre dijo: “Eja, eja, eja” y yo noté que él tenía mucho miedo. No hacía más que mover la cabeza y mirar hacia atrás, parecía como si quisiese salir corriendo. Dio unos pasos atrás y yo le dije: “No hay que correr, no vamos a matarte, somos buenas personas”.

Amajane le hizo señales para que se acercase. Cuando se acercó, le rodeé con un brazo y Parojnai le rodeó con el otro brazo y le dije “Sentate acá, sentate acá”. Le dije: “No tenga miedo de nosotros”, y le grité a Parojnai: “Agárrale tú también, no queremos que vuelva a marcharse”, y siempre con las mismas palabras le dije a él: “No tenga miedo, no tenga miedo de nosotros, somos buenos”. El hombre repetía a cada rato: ”Eja, Eja, Eja”.

Yo le repetía “no tengas miedo”. El cojñoi tenía algo en su mano [un rifle] y yo le pregunté a Parojnai: “¿Qué eso que lleva en la mano?”, y Parojnai respondió: “Es un arma”. Y yo le dije al cojñoi: “No tengas miedo de nosotros, tráenos algo de comer, tenemos hambre”. El cojñoi entró en la casita y sacó un plato lleno de galletas y se comió las galletas delante de nosotros. Yo las probé también, pero no me gustaron.

El hombre nos pasó las galletas mientras se reía “ji, ji, ji”, y también trajo un poco de guiso en otro plato. Igual que las galletas, se lo comió delante de nosotros, yo también lo probé, pero no me gustó.

Ibore usa un hacha tradicional para abrir una colmena para obtener miel


Ibore usa un hacha tradicional para abrir una colmena para obtener miel
© Ruedi Suter/Survival

Parojnai dijo: “Tráiganos agua, tengo sed, quiero tomar agua”. Vimos un bidón con agua dentro y tomamos agua. Amajane llegó justo cuando acabábamos de encontrar el agua del cojñoi. Amajane tenía miedo del agua y la derramó. Yo le dije: “No hay que derramar el agua”.

El cojnoi entró en su casita y trajo un arma. Amajane y su padre se quedaron junto a este hombre todo el tiempo, le siguieron a cada paso. De repente, disparó al aire.

Yo me asusté, pensé que disparaba a mi hijo y a mi esposo. Y grité: “¡Eeeeeh!” de puro miedo, y de repente el hombre se quitó la camisa y me la dio, riéndose. Entonces yo le di un collar de purucode [semillas negras] y se lo puse alrededor del cuello. Parojnai también trajo un collar de purucode y también se lo puso alrededor del cuello.

En las fotos tomadas al día siguiente, puede verse a Ibore vestida con la camiseta roja de fútbol del hombre.

Ahora, Ibore y sus hijos viven en una pequeña comunidad ayoreo al borde del bosque. Parojnai contrajo la gripe y la tuberculosis poco después del contacto, y murió de ésta última en 2008.

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El último neandertal vivió en Cova Eirós

La Xunta blindará el entorno para evitar que la actividad en la zona lo dañe

«Os arqueólogos tenden a pensar que o seu xacemento é único», reconocía ayer el profesor de la USC Ramón Fábregas. Sin embargo, este lo es. Es uno de los 20 yacimientos españoles en el que se ha documentado la existencia de neandertales y sapiens. En él ha aparecido el objeto de adorno más antiguo de Galicia, un colgante hecho con un diente de zorro que tiene 26.000 años. Y en él se han datado muestras de arte parietal de 10.000 años. Es la Atapuerca gallega

Ese yacimiento único que se está estudiando bajo la dirección de Fábregas y de Arturo de Lombera, es Cova Eirós, una sima de Triacastela en la que se han encontrado trazas de la presencia humana desde los últimos años de los neandertales hasta las comunidades campesinas altomedievales (del siglo XI), pasando por grupos cazadores del Paleolítico superior y los primeros agricultores del neolítico. Y aquí vivieron los últimos neandertales que habitaron el norte de la Península. «Cova Eirós é un sitio bastante extraordinario», no solo por tener documentada esa transición entre los últimos neandertales y los primeros humanos modernos, sino que hay una historia de utilizaciones posteriores de la gruta, que es «un libro complexo, con varios volumes, unha enciclopedia sobre a historia máis antiga de Galicia», decía Fábregas en la presentación de los resultados de las excavaciones del último bienio.

Cova Eirós ha salvaguardado durante miles de años las pruebas de cómo vivían los neandertales: sus herramientas, las evidencias de la caza y del aprovechamiento de los animales e incluso una de las pocas hogueras que se conocen del Paleolítico medio. También ha ofrecido pruebas de las innovaciones tecnológicas y estrategias de subsistencia que llegaron con los humanos modernos, y sobre todo pruebas de las preocupaciones más allá de las de la vida diaria: el colgante hecho con un canino de zorro, «un fito dende o punto de vista da creación artística do humano moderno» al que se suman también las decoraciones de una punta de proyectil.

Sin embargo, lo que le ha dado fama a la cueva es la aparición de arte parietal. Algunos de los paneles ya se han datado en los últimos momentos del Paleolítico superior. «A cronoloxía absoluta apunta a que algúns destes paneis se remontan a máis de 10.000 anos de antigüidade», lo que la convierte en el arte parietal «máis antiga do noso país». En las próximas campañas, adelantó el director científico de la excavación, seguirán profundizando en el uso de la fotogrametría, no solo para documentar los hallazgos, sino para que «a xente comprenda mellor a disposición dos gravados e das pinturas e as características da cova».

Las grandes líneas de investigación que se seguirán en el futuro pasan por continuar documentando de la manera más exhaustiva posible el arte parietal y también por evaluar el estado de conservación y las medidas precisas para garantizar que el yacimiento sea preservado. «Se cando menos aturou o paso do tempo durante máis de 10.000 anos é importante establecer as garantías necesarias para a preservación desa arte».

Protección garantizada

«En certas ocasións tense dito que a Cova de Eirós estaba desprotexida, e creo que é unha información se non errónea non certa de todo», subrayó el conselleiro de Educación y Cultura, Román Rodríguez que definió el yacimiento como «o noso particular museo da creación rupestre». Porque, según explicó el responsable autonómico, «Cova de Eirós, como todo lugar que conteña unha manifestación de arte rupestre, é BIC (Ben de Interese Cultural) por definición» según la Lei de Patrimonio. La Xunta está trabajando en la delimitación del ámbito territorial «para acotar o espazo que merece ser conservado». La delimitación, además, posibilita que se compatibilicen diferentes usos en el entorno partiendo siempre del «respecto e todo o que ten que ver coa conservación do ben».

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A escola de samba que desafiou o agronegócio do Brasil

Imperatriz Leopoldinense, em homenagem aos índios do Xingu, denunciará ameaças contra a natureza

Setor reage com revolta

O Carnaval de 2017 ainda nem começou, mas já vestiu a fantasia da polêmica. Enquanto milhares de foliões começam a se cobrir de purpurina para ir atrás dos blocos do pré-Carnaval carioca, os senhores do mundo rural rugem furiosos a milhares de quilômetros daqui. A razão é o enredo da escola de samba Imperatriz Leopoldinense, que, rompendo a norma não escrita de não apresentar temas muitos espinhosos, dedicará seu desfile às tribos do Xingu, em Mato Grosso, um parque indígena do tamanho da Bélgica. Apesar de se tratar de um território indígena protegido desde 1961, o entorno do parque não para de sofrer os impactos do desmatamento ilegal, dos agrotóxicos e da megaobra da usina hidrelétrica de Belo Monte, construída no rio de mesmo nome, no Pará.

A letra do samba-enredo é uma homenagem à natureza e às tribos, e uma crítica ao homem branco que ameaça sua sobrevivência. “Jardim sagrado, o caraíba [referência ao homem branco] descobriu. / Sangra o coração do meu Brasil,/ o belo monstro [a hidrelétrica] rouba as terras dos seus filhos,/ devora as matas e seca os rios,/ tanta riqueza que a cobiça destruiu!”, diz a canção. Durante o desfile, haverá uma ala fantasiada de borrifadores de pesticida.

Os acordes caíram feito uma bomba para os poderosos representantes do agronegócio, que vestiram a carapuça e se autointitularem os salvadores de um Brasil em crise. Associações de pecuaristas, plantadores de cana e até de engenheiros agrônomos fizeram um estardalhaço em cartas públicas de repúdio. “A abordagem generalista proposta pela Imperatriz Leopoldinense sobre o produtor rural, sem separar o joio do trigo, é incorreta, injusta e inadequada, com a tendência tipicamente alarmista que é característica da linha de pensamento pseudoambientalista”, disseram os engenheiros agrônomos em sua nota. “O produtor rural brasileiro deveria ser reverenciado por estar salvando o país da bancarrota há décadas, ao representar, por sua competência, 22% do PIB e gerar 37% dos empregos do país”, acrescentaram os ofendidos em suas cartas. Outras manifestações do mundo rural foram bem menos comedidas.

Os responsáveis pela escola já nem se dão mais ao trabalho de ler os insultos que recebem desde que o enredo foi divulgado. “A polêmica deixou claro um enorme preconceito e racismo contra os índios e contra a escola”, lamenta o carnavalesco da Imperatriz, Cahê Rodrigues. “Nossa crítica se baseia no uso indevido de pesticidas que poluem rios, matam peixes e causam danos muito sérios na vida do ser humano, assim como outras agressões à natureza que levam os índios ao desespero. A escola nunca pretendeu ofender o agronegócio, foram eles que se sentiram aludidos.”

A polêmica chegou ao Congresso Nacional, onde o senador Ronaldo Caiado (DEM-GO), da bancada ruralista, propôs a criação de uma comissão temática para discutir o assunto, o que incluiria convocar integrantes da escola e investigar suas fontes de financiamento. Caiado acredita que a escola “denegriu” o setor e difamou quem deveria ser enaltecido. A direção da escola disse ao EL PAÍS que não há grande mistério em seus patrocinadores, já que o desfile conta apenas com verbas de incentivo da Prefeitura do Rio e da Liga das Escolas de Samba, além dos direitos de imagem pagos pela TV Globo.

O Carnaval ‘chapa-branca’

A ousadia da Imperatriz é uma novidade num Carnaval que acabou sendo silenciado por seus patrocinadores, boa parte deles empresas, instituições públicas e Governos sem interesse em polemizar.

Até os anos 90, as escolas mantinham seus desfiles com o financiamento de seus beneméritos, os banqueiros do jogo do bicho, e de comerciantes das respectivas comunidades, mas, à medida que a festa foi crescendo, se tornou mais cara e impossível de ser bancada apenas com os recursos tradicionais. Entraram na passarela então os grandes patrocinadores para arcar com desfiles que, apesar da opacidade das cifras, podem chegar a custar oito milhões de reais por escola.

“As escolas sempre se caracterizaram por seu jogo de cintura e seu papel negociador para sobreviver. Num ano faziam um desfile crítico, mas isso não significava que no ano seguinte não pudessem homenagear quem tinha sido criticado anteriormente”, explica o historiador Luiz Antônio Simas. “Mas foi a partir daquela década que a visão empresarial se tornou muito mais presente”, acrescenta. A partir dos anos 90, deixou de ser obrigatório que os enredos versassem sobre assuntos da cultura nacional, e as escolas então começaram a vender seus desfiles. “Vendiam-nos a cidades com interesse turístico, que viam nos enredos uma excelente forma de se divulgar, mas também a companhias aéreas e até a empresas de laticínios. Transformaram-se em instrumentos de propaganda de massa, chapa branca”, explica Simas, coautor do livro Dicionário da História do Samba.

A tendência não passou despercebida ao público da Sapucaí. Há mais de uma década os amantes da festa mais famosa do Brasil lamentam a ausência de crítica social nos desfiles do Sambódromo. Perdeu-se a personalidade do discurso das escolas e a crítica a políticos e igrejas, bem como a denúncia dos preconceitos, das injustiças e da desigualdade social que marcam o país. “A crise criou agora uma situação em que os patrocínios começaram a cair, e as escolas voltaram a fazer enredos autorais, propostos pelo carnavalesco, e não por uma empresa. O que tampouco impede que no ano que vem a Imperatriz Leopoldinense faça um enredo a favor do agronegócio. Sempre se procurou o equilíbrio”, opina Simas.

Atualmente, o papel de denúncia acabou recaindo nas mãos e ritmos dos blocos de rua, bem menos engessados e mais irreverentes que os desfiles do Sambódromo. “O mundo rural despertou um gigante adormecido”, diz Rodrigues. “Com suas críticas eles revelaram o poder das escolas de aproveitar a festa para levantar bandeiras e tocar em assuntos polêmicos.” http://brasil.elpais.com/

La Marcha sobre Washington de 1963 en imágenes

El 28 de agosto de 1963 tuvo lugar la que fue conocida como la Marcha sobre Washington por el trabajo y la libertad

Bajo el lema «empleo, justicia y paz», la marcha fue organizada por un grupo de organizaciones sindicales, religiosas y para la defensa de los derechos civiles.

“Este sofocante verano del legítimo descontento del negro no terminará hasta que venga un otoño revitalizador de libertad e igualdad. 1963 no es un fin, sino un principio”

La estimaciones sobre las personas que aquel día participaron en la manifestación para acabar congregándose en el Nacional Mall de la capital Estadounidense difiere según la fuente, pero todo apunta que entre 200.000 y 300.000 almas se dieron cita frente al monumento a Lincoln .

La actriz y activista Ruby Dee y su esposo Ossie Davis fueron los maestros de ceremonia. También acudieron músicos como Bob Dylan, Odetta y Joan Baez.

Fue allí, frente a la multitud congregada donde Martin Luther King Jr. pronunció su histórico discurso, «Yo tengo un sueño», en el que expresaba su deseo de un futuro en el que negros y blancos pudiesen coexistir armoniosamente en igualdad.

El discurso de Martin Luther King al recoger el premio Nobel de la Paz

El discurso de Martin Luther King al recoger el premio Nobel de la Paz

“Este sofocante verano del legítimo descontento del negro no terminará hasta que venga un otoño revitalizador de libertad e igualdad. 1963 no es un fin, sino un principio”, dijo King. El evento se convertiría en uno de los actos de reivindicación política más grandes y significativos en la lucha por los derechos civiles de las personas de color en la historia estadounidense.

Un baño de multitudes

Reunión con el Presidente

Los líderes de la marcha

Camino del atril

Jornada de reivindicaciones

Desde el aire

Rustin & Robinson

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Alcocer: la mítica batalla en la que el Cid Campeador aniquiló a cientos de moros con un curioso engaño.

Representación del Cid Campeador

Durante su primer destierro, Rodrigo Díaz de Vivar tomó una fortaleza ubicada cerca del Jalón tras 15 semanas de asedio. Hasta ahora, esta contienda navegaba entre la verdad y la invención, pero una excavación arqueológica ha desvelado su veracidad.

Entre la historia y la leyenda. Así permanecía hasta ahora la batalla de Alcocer. Una contienda en la que Rodrigo Díaz de Vivar (más conocido por su apodo: el Cid Campeador) tomó con una curiosa treta una fortaleza inexpugnable ubicada cerca del Jalón. Todo ello, después de ser desterrado por el rey Alfonso VI. Según el «Cantar del Mio Cid» (el mítico poema que relata las hazañas de este personaje con más misticismo que verdad) el líder militar, al ver que no podía conquistar la plaza, decidió fingir una retirada. Para ello, levantó todo su campamento menos una tienda y, cuando los musulmanes se acercaron a investigar (dejándose las puertas de la fortaleza abierta) él y sus hombres les atacaron. El plan salió a pedir de boca.

Hasta ahora, se consideraba que la batalla de Alcocer había sido imaginada por el autor del cantar. Sin embargo, un nueva investigación desveló el pasado fin de semana que de mitológica no tuvo nada, y que -al menos- se sucedió. Y es que, una excavación llevada a cabo en Zaragoza acaba de descubrir un material hispano musulmán de entre los siglos XI y XII que podría pertenecer al asentamiento que asedió el Campeador. La contienda, curiosamente, no se ubica así en Alcocer (Guadalajara), el pueblo que cuenta con el mismo nombre que el mítico enfrentamiento.

Por todo ello, hoy recordamos los pormenores de esta batalla y cómo se sucedió según los textos antiguos.

Reyes y parias

Para suerte cristiana, cuando el Cid empezó a levantar su espada contra los musulmanes estos andaban dándose de mandobles entre sí. Estaban divididos en multitud de reinos llamados «taifas». Cada uno de ellos, dirigido por un líder diferente ansioso por aplastar a sus compatriotas para evitar que adquiriesen poder.

Como explica José Luis Martín (catedrático de Historia Medieval) en su dossier «La espada de Castilla», los árabes eran «incapaces de unirse frente a los cristianos». Pero no solo eso, sino que también solicitaban alguna ayudita que otra a los seguidores de la cruz para lograr resistir los tortazos y, llegado el momento, atacar a sus compatriotas en venganza. Con ese percal, también pagaban tributos a sus enemigos para que no hicieran expediciones de castigo contra ellos.

El Cid, al servicio de Sancho
El Cid, al servicio de Sancho– ABC

«Para evitar sus ataques necesitaban pagar la protección de los cristianos, y reunían el dinero mediante una mayor presión fiscal que, con frecuencia, daba origen a motines y revueltas que eran dominadas nuevamente con ayuda de las tropas cristianas», añade el experto. Esto provocaba, a su vez, que los líderes musulmanes se vieran obligados a pedir todavía más dinero a los seguidores de Cristo. Algo que les convertía en deudores (todavía más si cabe).

Este curioso sistema económico (conocido como el de impuestos o «parias») fue de sumo interés para los reyes hispanos que azuzaban con la Reconqusita desde el norte. Y es que, a los cristiano este «dinerillo extra» les permitía llenar su bolsa de un oro que ahorraban para, posteriormente, crear su propio ejército y avanzar sobre las mismas regiones árabes que les pagaban.

En ese contexto vino el Cid al mundo. O más bien Rodrigo Díaz de Vivar (pues este era su nombre verdadero). Lo hizo en el año 1043 y como el noble de una familia menor. Una fortuna que le permitió entrar a los 14 años en la corte a las órdenes del príncipe Sancho, el primer hijo y heredero del rey Fernando I.

Dicen de él los cronistas que, además de ser todo un virtuoso de la espada, tampoco andaba mal en lo que a cocorota se refiere, ya que sabía leer, escribir y entendía de leyes. Al final, con poco más de una veintena de años, logró ascender en el escalafón medieval como vasallo y soldado hasta convertirse en el hombre de armas de su señor. Uno de los cargos más altos al que se podía llegar como militar.

El Cid obliga a jurar al rey que no ha colaborado en la muerte de su hermano
El Cid obliga a jurar al rey que no ha colaborado en la muerte de su hermano– WIKIMEDIA

Y así siguió hasta que comenzó el juego de tronos en la Península tras la muerte del Su Majestad Fernando en el 1065. ¿Por qué? Pues porque al monarca no se le ocurrió otra cosa que dividir sus dominios entre sus hijos. A Sancho, el primogénito, le cedió Castilla. Hasta aquí, todo correcto. El problema fue que a su retoño Alfonso le cedió las tierras de León, por entonces más fértiles.

El lio estaba armado. Poco después se inició una guerra entre ambos en la que el Cid acudió al campo de batalla bajo la bandera del que siempre había sido su principie y señor: Sancho. Ek enfrentamiento perduró durante varios años. «Al final, combatiendo en Zamora […] Sancho murió en el 1072», añade el experto. Que el primero de los herederos se fuera al otro barrio no pudo ser mejor para su hermano, que se quedó sus tierras y dio por finalizada la contienda con un (para él) feliz final.

El destierro

Cuenta la leyenda que Rodrigo, héroe de decenas de batallas, exigió entonces al rey Alfonso que jurara no haber tenido nada que ver con la muerte de su hermano. Lo hizo a cambio de ser su vasallo. La realidad, no obstante parece que fue diferente. Y es que, por mucho que nos guste imaginarnos a este héroe poniendo entre la Tizona y la pared a un monarca, poco tiene esto de verdad. Por el contrario, lo más probable es que (aunque las habladurías pueblerinas sí cargasen contra el de la corona), nuestro protagonista, simplemente, aceptase rendirle pleitesía para tener un señor por le que luchar. Algo tan necesario en aquellos años como contar con un buen filo con el que atravesar (o partir por la mitad) al contrario.

En todo caso, parece que no le fue mal al Cid como vasallo de Alfonso VI, pues fue nombrado juez por él en varias ocasiones, participó en campañas militares como la de Navarra, y fue destinado a cobrar las «parias» a los musulmanes. Y no es muy lógico dejar el dinero en poder de alguien del que, al fin y al cabo, no te fías.

Estatua del Cid a caballo
Estatua del Cid a caballo– ABC

Además, tampoco era extraño que, en plena corte, los mejores puestos fueran para aquellos que más lamían las botas a su señor y que le habían seguido desde sus inicios. El roce, que hace el cariño, como se suele decir. Sin embargo, el idilio del Campeador con el monarca fue breve.

Apenas duró hasta que nuestro protagonista tuvo un incidente militar con el conde García Ordóñez, quien tenía bastante mano dentro de la corte. Este, haciendo honor a su apodo («boca torcida», por su capacidad -según algunos autores- de introducir mentiras en cabezas ajenas) logró poner en contra a Rodrigo y al monarca. Todo ello, afirmando que el Cid se quedaba con parte de los tributos que recogía de los musulmanes.

«Pasó los cinco años siguientes como soldado mercenario al servicio del gobernador musulmán de Zaragoza»

Esa falacia, unida a alguna desavenencia más, provocó que el rey desterrara al Campeador de sus tierras. O lo que es lo mismo, que confiscase sus dominios y le mandase al quinto pino del reino con todo aquel que quisiera seguirle. «Alfonso VI desterró a Rodrigo en 1081, cuando este atacó a los musulmanes de Toledo, protegidos del rey», añade el experto en su dossier.

Desterrado, se vio obligado a ir de ciudad en ciudad alquilando su vida y la de sus hombres al mejor postor. «Pasó los cinco años siguientes como soldado mercenario al servicio del gobernador musulmán de Zaragoza. En el transcurso de ellos, Rodrigo siguió adquiriendo fortuna y renombre», explican los autores Richard A. Fletcher y Javier Sánchez García-Gutiérrez en su obra «El Cid». Fue precisamente en la jornada 16 de este destierro cuando el Cid llegó a la ciudad de Alcocer.

Alcocer y el campamento

A partir de este punto es en el que la mitología supera a la realidad y la fuente principal es el «Cantar del Mio Cid». Este poema deja escrito que Rodrigo llegó a esta población después de abandonar Castejón y saquear Alcarría (Guadalajara) y el valle del Tajuña. A partir de ese momento, y tal y como explica Alberto Montaner Frutos (de la Universidad de Zaragoza) en su dossier «La toma de Alcocer en su tratamiento literario: un episodio del cantar del Cid», el texto tan solo aporta alguna que otra pista que puede dar idea de dónde se hallaba concretamente la villa de Alcocer.

Así se puede leer en la versión actualizada del «Cantar del Mio Cid» elaborada por Frutos: «Cruzaron los ríos, entraron a Campo Taranz. por esas tierras abajo a toda velocidad, entre Ariza y Cetina mio Cid se fue a albergar; grande es el botín que obtuvo en la zona por donde va. No saben los moros que propósito tendrá. Otro día se puso en marcha mio Cid el de Vivar y pasó frente a Alhama, por la hoz abajo va, pasó por Bubierca y por Ateca, que está adelante, y junto a Alcocer mio Cid iba a acampar». ¿Dónde podría situarse el campo de batalla? En palabras del experto, es difícil saberlo, pues únicamente ubica vagamente la zona mediante algunos «vagos topónimos».

El texto no ahonda demasiado en la construcción del campamento ideado por el Cid para asediar la ciudad. Un emplazamiento del que se dice poco más que se edifica encima de un otero (un pequeño monte) «fuerte e grande» y al cual «agua no le puede faltar» porque «corre cerca el Jalón» (uno de los principales afluentes del Ebro).

El Cid, lanceando un toro
El Cid, lanceando un toro– ABC

En definitiva, se dice que la posición no podía ser mejor, pues contaba con inmediato acceso al líquido elemento y permitía a los sitiadores resistir un posible ataque realizado desde la urbe. Tampoco se explica de forma pormenorizada el tipo de campamento que se crea, del cual únicamente se da alguno que otro detalle: «Bien se planta en el otero, hace firme su acampada, los unos hacia la sierra y los otros hacia el agua. El buen Campeador, que en buena hora ciñó espada, alrededor del otero, muy cerca del agua, a todos sus hombres les mandó hacer una zanja, que ni de día ni de noche por sorpresa les atacaran, que supiesen que mio Cid allí arriba se afincaba».

En los siguientes versos, el cantar explica de forma supina como el Cid actuó como era menester por aquellos tiempos: sitió la ciudad de Alcocer y le solicitó tributos o «parias» a cambio de no atacarla. También hizo lo propio con algunas otras urbes de la zona, como Ateca y Terrer». El Campeador, de esta guisa (recibiendo más oro del que podía soportar su bolsa y atesorando riquezas) se mantuvo frente a las murallas de Alcocer más de dos meses. O, más concretamente, «15 semanas», en palabras del Cantar.

«No es posible creer que el poeta haya querido sugerir que el Cid se comportó de mala fe para con los alcocereños»

No obstante, Frutos hace hincapié en que no hay que llevarse a engaños, y el objetivo último de este guerrero no es otro que terminar conquistando la plaza debido a la supuesta «importancia estratégica» que se le da en el texto.

Con todo, algunos autores como Peter Edward Russell afirman en sus escritos que no hay que entender al Cid como un tirano que pretendía esquilmar la zona para luego conquistarla, sino como un estratega militar que entendía la importancia psicológica de asediar una plaza fuerte: «No es posible creer que el poeta haya querido sugerir que el Cid se comportó de mala fe para con los alcocereños. Parece que introdujo el tema de las parias con el fin de llamar la atención sobre el temor que sentía la guarnición al verse asediada por el Cid, pero sin atender debidamente a las consecuencias jurídicas de dicha introducción».

El plan

A las quince semanas el Cid se hartó de que Alcocer no se rindiese y pasó a la acción. ¿Qué se le pasó por la cabeza? Una curiosa estratagema para hacer salir a los defensores de la ciudad. Ordenó recoger todas las tiendas menos una y fingir una retirada. «La retirada tenía como objetivo desconcertar a los alcocereños e invitarles a aprovechar la situación abandonando el refugio de las murallas», añade el experto. ¿Por qué abandonarían estos la seguridad de su ciudad? Sencillamente, por las ansias de vil metal: las «parias» que el Campeador llevaba acumulando durante más de dos meses.

Así se narra este suceso en la versión modernizada de Frutos del poema: «Él hizo una estratagema, más no lo retrasaba: plantada deja una tienda, las otras se las llevaba, avanzó Jalón abajo con su enseña levantada, con las lorigas puestas y ceñidas las espadas, a guisa de hombre prudente, para llevarlos a una trampa. Lo veían los de Alcocer, ¡Dios, como se jactaban! -Le han faltado a mio Cid el pan y la cebada; las otras apenas se lleva, una tienda deja plantada; mio Cid se va de tal modo cual si en derrota escapara. Vayamos a asaltarlo y obtendremos gran ganancia, antes de que le cojan los de Terrer, si no, no nos darán de ello nada; la tributación cogida devolverá duplicada».

El plan había funcionado. El Cid había logrado que abandonaran la seguridad de su plaza fuerte. A su vez, la suerte le sonrió, pues «con las ansias del botín, de lo otro no piensan nada, dejan abiertas las puertas, las cuales ninguno guarda». De esta forma, el Campeador (cuyas fuerzas eran formadas por unos 300 hombres, atendiendo a las fuentes) solo tuvo que esperar hasta que sus enemigos (la mayoría, según se da a entender, soldados a pie) estuviesen lo suficientemente lejos de las defensas como para no poder retirarse si él iniciaba la carga.

La carga

A partir de este momento, existe cierta controversia en relación a la forma en la que el Cid atacó a los musulmanes. La versión modernizada de Frutos del «Cantar del Mio Cid» explica que cuando «el buen Campeador hacia ellos volvió la cara» y vio que «entre ellos y el castillo el espacio se agrandaba», ordenó girar la bandera, espolear los caballos, y cargar sin ningún pudor a sus hombres contra aquellos «infieles». «¡Heridlos, caballeros, sin ninguna desconfianza! ¡Con la merced del Creador, nuestra es la ganancia!». A partir de ese momento comenzó la verdadera batalla.

Tal y como señala el texto, los jinetes del Cid cargaron, con el Campeador y Álvar Fáñez (uno de los principales capitanes de Rodrigo) en cabeza: «Han chocado con ellos en medio de la explanada, ¡Dios, qué intenso es el gozo durante esta mañana! Mio Cid y Álvar Fáñez adelante espoleaban, tienen buenos caballos, sabed que a su gusto les andan, entre ellos y el castillo entonces entraban. Los vasallos de mio Cid sin piedad les daban». Poco más se dice de la contienda más allá de que cargaron a gritos mientras la retaguardia de los musulmanes trataba de regresar a la seguridad de Alcocer.

«¡Heridlos, caballeros, sin ninguna desconfianza! ¡Con la merced del Creador, nuestra es la ganancia!»

«En poco rato y lugar a trescientos moros matan. Los de delante los dejan, hacia el castillo se tornaban; con las espadas desnudas a la puerta se paraban, luego llegaban los suyos, pues la lucha está ganada. Mio Cid tomó Alcocer sabed, con esta maña». En el Cantar no se habla del número exacto de jinetes que llevaron a cabo el ardid (al menos en estos fragmentos), ni las bajas cristianas, por lo que siempre se ha supuesto que no se había sucedido ninguna. Al menos, en palabras del autor del «Cantar del Mio Cid».

Más allá de esta fuente, han sido muchos los autores que han tratado de explicar de forma pormenorizada cómo es posible que los musulmanes no tuviesen tiempo suficiente para regresar a la seguridad de Alcocer.

En base a los textos originales, Frutos es partidario de que el Cid dividió a sus tropas en dos unidades. La primera, encargada de atacar y entretener a los enemigos. La segunda, con órdenes de tomar la urbe. «El ardid consistía en una huida fingida que atrajera a los alcocereños a la lucha en campo abierto. Cuando esto se consiguió, el Cid y sus tropas dieron media vuelta y, gracias a una maniobra envolvente, obligaron a los musulmanes a permanecer luchando en el campo de batalla mientras la vanguardia del Campeador , encabezada por él y Minaya, se apoderaban de la plaza desguarnecida», explica.

Un final incierto

En todo caso, el Cantar explica que la batalla acabó cuando Pedro Bermúdez, soldado del Cid, puso en la parte más alta de las murallas la bandera de su señor. El Campeador, por su parte, no pudo contener la alegría. Aquella noche, al fin, dejaría la tienda de su campamento en favor de una cómoda habitación. «¡Gracias al Dios del cielo y a todos sus santos, ya mejoraremos el aposento a los dueños y a los caballos!».

«¡Gracias al Dios del cielo y a todos sus santos, ya mejoraremos el aposento a los dueños y a los caballos!»

A su vez, Rodrigo ordenó a sus hombres que no matasen a los prisioneros, pues estaban desarmados.

«Oídme, Álvar Fáñez y todos los caballeros: en este castillo un gran botín tenemos, los moros yacen muertos, vivos a pocos veo; a los moros y moras vender no los podremos, si los descabezamos nada nos ganaremos, acojámoslos dentro, que el señorío tenemos, ocuparemos sus casas y de ellos nos serviremos». La conquista había acabado bien. O eso parecía. Y es que, posteriormente, el señor de Valencia ordenó mandar contra Alcocer 3.000 musulamanes armados. Pero eso, como se suele decir, es otra historia.

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MÉXICO

Hallan una ciudad maya oculta en la selva

Chactún

Muro de una estructura en el complejo sureste, que se ha conservado entre la espesura selvática.

Chactún

El sitio arqueológico, situado en el Estado mexicano de Campeche, al sureste del país, consta de tres complejos monumentales de unos 1.400 años de antigüedad

México vive, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), una era dorada de la arqueología. Los descubrimientos relacionados con la cultura maya, propia de Mesoamérica, se suceden ininterrumpidamente. El Proyecto de Reconocimiento Arqueológico en el Sureste de Campeche, que arrancó en 1996 en este territorio situado al oeste de la península de Yucatán, ha detectado ya unos 80 sitios arqueológicos. El último, uno de los sitios más extensos de las tierras bajas centrales, que ha sido bautizado como Chactún, ha permanecido oculto en la selva durante siglos, al norte de la Reserva de la Biosfera de Calakmul, un paraje en el que habitan el jaguar y varios centenares de especies de mariposas. El hallazgo, que ha sido posible gracias a la fotografía aérea de gran escala, ha sido realizado a principios de junio, según ha anunciado el INAH, que ha secundado la expedición, financiada por la National Geographic Society y las empresas Villas y Ars Longa.

Chactún es una antigua ciudad maya que nunca había sido descrita, ni por el arqueólogo norteamericano Karl Ruppert (1895-1960), que exploró la región en los años treinta, ni por otras expediciones científicas. El paraje había sido frecuentado por los chicleros, que extraen una goma de mascar orgánica del chicozapote o árbol del chicle, y madereros de la región, pero la zona se volvió a cubrir de maleza cuando fue declarada parte de la Reserva de la Biosfera, en 1989. Para llegar al campamento donde pernocta el equipo de arqueólogos, dirigido por Ivan Šprajc, es necesario internarse durante casi dos horas en la selva mediana, según explica el INAH. El camino sólo se puede recorrer con una camioneta de doble tracción y hay que detenerse continuamente para cortar a machete la vegetación que bloquea el antiguo sendero.

El sitio arqueológico comprende tres complejos monumentales que suman más de 22 hectáreas, aunque se cree que hace unos 1.400 años, entre los años 600 y 900 d.C., la urbe debió ser el centro rector de un área superior a los 3.000 kilómetros cuadrados, ubicada entre las regiones de Río Bec y Chenes, un espacio que ha permanecido como «un blanco total en el mapa arqueológico del área maya», según palabras de Ivan Šprajc. En estos espacios aparecen dispersas numerosas estructuras de tipo piramidal y palaciego, dos canchas de juego de pelota, patios, plazas, monumentos esculpidos y áreas habitacionales. La pirámide más alta mide 23 metros de altura. Chactún destaca, sobre todo, por la gran cantidad de altares y estelas, varias de ellas con huellas de haber sido reutilizadas, que combinan inscripciones grabadas con otras en estuco pintado, una característica poco común en este tipo de monumentos. «Según la interpretación epigráfica, la misma inscripción en la estela dice que esta piedra fue clavada por el gobernante K’inich B’alam en tal fecha, que corresponde al año 751, y ahí se menciona que fue clavada la Piedra Roja o Piedra Grande, Chactún, que da nombre al sitio», dice Šprajc.  http://www.nationalgeographic.com.es/

¿Quiénes eran las tusonas?

En los siglos XVI y XVII se llamaba así en España a las prostitutas de alta alcurnia, las damas cortesanas que formaban la “aristocracia” de este oficio.

Aunque el Diccionario de la Real Academia sigue recogiendo la palabra “tusona” como sinónimo de prostituta, hoy día es un término en desuso. Pero en los siglos de Oro –XVI y XVII– y hasta bastante después se llamó de esta forma a las prostitutas de alta alcurnia: las cortesanas que, al modo de las hetairas clásicas, no sólo ofrecían a los nobles y adinerados sus favores sexuales sino también cultura y entretenimiento. Por ejemplo, una de las más famosas, la veneciana Veronica Franco (cuyo retrato, obra de Tintoretto, ilustra este artículo), fue además de tusona una notable poetisa.

Esta denominación definía su clase y servía para señalar que su lugar estaba entre la nobleza, diferenciándolas de las rameras de clase social más baja. Así, en su Tesoro de villanos (Herder, 2009), María Inés Chamorro explica que “las tusonas o damas del tusón eran rameras cortesanas que constituían la aristocracia del oficio, pues eran las de más alto rango, por oposición a las ninfas o cantoneras”. Vivían generalmente en poblaciones importantes que tuvieran universidad o puerto, donde su parroquia era más numerosa.

En cuanto al origen del nombre, hay varias teorías. Tusón es sinónimo de toisón, ambos derivados del verbo tundir: cortar el pelo, trasquilar. De este modo, según el Diccionario de Autoridades (1726-1739), se las llamó así “porque les cortan el pelo por castigo, o ellas lo pierden por el vicio deshonesto”. En cambio, según la obra antes citada, es una metáfora formal derivada de las dos acepciones de tusón: “vellón”, que también era una moneda de plata, y “potro”, ya que a las prostitutas se las llamaba asimismo “yeguas” y “trotonas”. Y hay más: José Deleito y Piñuela defiende en La mala vida en la España de Felipe IV (1948) que “se las denominaba de tal modo para determinar su preeminencia, así como entre las Órdenes Militares ocupaban el primer puesto los caballeros del tusón o del toisón.»

Sea como fuere, las tusonas tuvieron una presencia destacada en la literatura de la época. Así describe Quevedo un paseo de estas damas: “Tres carrozas de tusonas / perdiendo van los estribos, / con pecosas y bermejas, / nariz chata y ojos bizcos”. Y en otros versos dice: “Tusona con ropa de oro / traiga cédula que diga: / En este cuerpo sin alma / cuarto con ropa se alquila”. Y no sólo en la de la época: el término todavía puede encontrarse en obras de los hermanos Machado, Alejo Carpentier y, más recientemente, Arturo Pérez-Reverte.  http://www.muyhistoria.es/

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